Yo también tengo la mía, no sé si es la correcta o dañe las creencias de los demás. Pero no es fácil sentir y extrañar lo que ahora no tengo.
Por la mañana, muy temprano, decidí salir a tomar aire fresco debajo del naranjo que hay detrás de la casa de mis padres. Llevé conmigo una libreta y un lápiz, no sabía en ese momento si los necesitaría o solo me quedaría contemplando la nada.
Llegue a la sombra del naranjo, ese árbol es muy frondoso. Me senté junto a una de sus raíces que sobresalían del suelo y sentí como mis pulmones se llenaban de aire puro.
-Vaya, que tranquilidad- pensé. Cerré los ojos por un instante. Sin darme cuenta entré en trance. Un sentimiento de añorar se apodero de mí. Fue tanto que comencé a llorar. Abrí los ojos y pensaba mientras limpiaba mis lágrimas, ¿por qué me he puesto así? Sentía en mi pecho, un vacío enorme, la sensación de extrañar algo… no sabía con exactitud qué. Solo sentía una tristeza que me obligaba a pensar por qué estaba ahí.
Entré a la casa y con un poco de sed fui a la cocina.
Sobre la mesa había un álbum. Se miraba viejo, sus hojas estaban amarillas y maltratadas. -¿Lo olvidaría mi madre aquí?- Pensé.
Serví mi agua y me senté a hojear ese álbum deslucido.
Jamás imaginaria lo que llegaría a ver después de ese momento.
En la portada decía: ‘Con amor, para ti’
Abrí la primera página y observe a una familia. Estaban todos reunidos en una sillón largo. Había 5 adultos sentados en el y 5 jóvenes de pie atrás. Vestían como en los años 1500. Las mujeres usaban vestidos con corceles y sombreros. Los hombres portaban trajes. Todos muy elegantes.
Continúe el álbum. En la siguiente fotografía estaba una anciana, sentada en una mecedora con una taza en su mano derecha. Cuando la vi, sentí esas ganas inmensas de querer abrazarla. ¿Quién es esta señora? Me pregunté. Su rostro era viejo, con arrugas muy marcadas, pero sus ojos reflejaban amor. De ese amor que encuentras en pocas personas tan incondicionalmente.
Pasé a la tercera página. Estaban un par de bebés, parecían gemelos. Ellos también vestían elegantemente. Sentí ternura y sonreí al ver a ese par de inocentes con picardía traviesa que les enmarcaba el rostro.
Estuve mirando ese álbum por varios minutos, las fotografías me hacían sentir bien, me hacían sentir alegre, completa, con un poco de nostalgia, pero en ese momento pensaba que eran un buen punto a distraerme después de aquella sensación debajo del árbol.
Llegue a la página 40 y no podía creer lo que miraba. Era una chica con vestido blanco y encaje en la parte superior, su cabello estaba cubierto por un sombrero color beige y un listón que caía por la parte detrás, su color era castaño y su forma ondulada. Sus ojos eran un poco alargados pero poseían un brillo singular. En esa fotografía ella estaba sentada en un árbol de naranjo para ser exacta. En su mano poseía una libreta y una pluma. Se veía feliz.
Miré su fotografía durante mucho tiempo, mentira, no sé cuánto tiempo pasó, pero me perdí en ella. La miré como extrañando a alguien que conociera, quería saber de ella, ¿Quién es? ¿Qué sucedía en ese momento de la fotografía?
Fue tanta mi obsesión, que olvide ver detalladamente el resto del álbum y solo me dedique a buscar su rostro… y ahí estaba ella. En la mayoría de las fotografías.
Llegué a la última página. En ella había una imagen de esa misma chica, sentada, dando la espalda y escribiendo sobre un tocador.
Increíblemente, no sé de donde, en ese justo momento miles de imágenes pasaron por mi mente; rostros, nombres, lugares, olores. Sentí entrar de nuevo en un trance. No sé cuánto tiempo estuve así, abrí los ojos y solo tenía en mente un nombre; Sara Wenster.
Sara Wenster, Sara Wenster. Repetía sin parar. -Sara Wenster-
Cerré el álbum. Pensé que necesitaba comer o algo, así dejaría de pensar en ese nombre. Cuando de pronto miré el reverso del álbum, había unas letras talladas en el. Eran poco visibles.
Corrí a mi habitación a buscar una lupa. Regrese y me traslade a la sala, para que la luz del día me ayudara a descifrar mejor esas palabras.
Me senté y sin esperar a más, enfoque la lupa en esas diminutas letras que decían…
‘’Álbum de Sara Wenster, dedicado a su familia. 1957’’.
Deje caer el álbum y comencé a llorar. Algo en mi decía que yo era Sara Wenster, que esa era mi familia y ese era mi motivo por el cual sentía aquel vacío
Escuché abrir la puerta principal de la casa. Era mi madre llegando.
-¿Qué pasa hija? ¿Por qué te ves tan demacrada? ¿Te sientes mal?
-No madre, no pasa nada. Solo tengo una inquietud… ¿Ese álbum de donde lo sacaste?
Quise alzar el álbum del suelo, pero ya no estaba más.
-¿De qué álbum hablas hija?
No podía creerlo, el álbum no estaba ya. Mire por la ventana y divisaba aquel árbol de mi fruto favorito.
-Que hermoso se ha puesto ese árbol de naranjo. Tu padre lo sembró por ti, desde pequeña pedías naranjas, y quiso que el fruto favorito de su hija creciera junto a ella, para cuando necesitara de su gusto lo tuviera al alcance.- Dijo mi madre tiernamente.
Salí de nuevo a mirar el árbol, me senté en el mismo lugar; en la misma raíz que esa mañana, al colocar mi mano sobre ella sentí unas hendiduras. Quite mi mano y en ella pude leer que estaba escrito, con mi letra, el nombre de… “Sara Wenster”.
Iliana Cobian.
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