miércoles, 18 de noviembre de 2015

Mejores amigos.







-¡Corre! ¡Corre! ¡Corre! Que se va y no lo alcanzamos
-No puedo correr tan rápido, estos zapatos me lastiman
-Apresúrate que no llegamos…

Eran Lucí y Santiago, quienes corrían entre veredas de tierra y piedras sueltas para llegar a las vías del tren. Lucía Cornett era una niña de 8 años que siempre le gustaba jugar en el barrio, donde conoció a Santiago Valera, su mejor amigo, quien tenía su misma edad.


Los dos se la pasaban jugando todas las tardes a la pelota, escondidillas y en ocasiones ambos paseaban en sus bicicletas imaginando que podían volar… entre más rápido andaban, más aves se sentían.

-Dale, dale, ¡sácalas!
-Ya voy Santiago, mira que te dije que las guardaras tú
Lucia sacó de su bolsillo dos monedas y se las entregó a Santiago, quien estaba apresurado por ponerlas justo en la vía.
-¡Ahí viene el tren! Apresúrate Santi que viene a todo lo que da.. ¡Puuuu! ¡Puuu! (gritaba emocionada Lucí)
-¡Ya está! Ahí van a quedar bien aplastadas… ahora alejémonos un poco, recuerda Lucí siempre guardar distancia al peligro
-Si si lo se Santi ¡pero ya quiero que pase! Puuuuuu Puuuu Chucú chucúúúú

El tren paso a una velocidad que Lucí y Santiago solo sentían el viento que chocaba contra ellos proveniente de la máquina de vapor. Estuvieron observando durante 10 minutos mientras terminaba de pasar.
Lucí corrió a querer tomar las monedas…
-¡No! No las toques aun, que no ves que por la fricción están calientes, te puedes quemar
-¡Es que ya me canse de esperar!
-Deja de ser tan desesperada, aguarda un poco.
Santiago cogió dos ramas que estaban junto a él y movió las monedas hacia la grava mientras soplaba con todas sus fuerzas.
-Tú siempre quieres ser el primero en todo, el primero en llegar, el primero en tomar las cosas, el que siempre gana, quieres ser el primero en toooooooooooodo- Le reclamó a Santiago
-Porque soy más fuerte…
-Eres fuerte, pero tonto
-Mira deja de pelearme y ya puedes tomar tu moneda
Ambos tomaron sus monedas y se sentaron en medio de la vía.
-¿Ahora que se supone que tenemos que hacer? ¿Lo recuerdas? –Le preguntó Lucí
-Sí, ahora tenemos que hacer la promesa con nuestras monedas mágicas…
Lucí y Santiago se pusieron de pie mirándose de frente. Los dos tenían sus monedas en la mano izquierda y en una sola voz repitieron tres veces:
-Yo prometo ser siempre tu mejor amigo
-Yo prometo ser siempre tu mejor amigo
-Yo prometo ser siempre tu mejor amigo
Quedaron en silencio por unos segundos, cuando Lucí no aguanto más la risa y soltó la carcajada.
-¡Que tontadas! Regresemos
-Tonta eres tú ¡Recuerda guardar la moneda!- Gritó Santiago mientras ella corría alejándose.

Esa fue la última vez que Santiago miró a Lucí, pues a ella la esperaban sus padres para mudarse del país. Es por eso que la había llevado a las vías del tren, esperanzado en el mito de la moneda de la amistad… él no quería perder a su mejor amiga.
Pasaron los años, ahora Santiago y Lucí eran jóvenes.

Ninguno supo de la vida del otro, en ese tiempo no existían tantos medios de comunicación. Así que crecieron solo con el recuerdo de esa infantil amistad junto a la promesa de ser siempre amigos.

¿Entonces la moneda mágica no funcionó?


-¿Qué habrá sido de Lucy? Como me gustaría volver a saber de ella- Se preguntaba Santiago mientras miraba pasar el tren desde una banca del parque.

Lucí se preguntaba lo mismo del otro lado del mundo.

Los dos dejaron las cosas que estaban haciendo y fueron a buscar cada uno la moneda de la amistad. Al tenerla en las manos y pensar el uno en el otro comenzaron a tener una sensación extraña.
-Qué raro, me siento extraña…- mientras sentía como su piel se le erizaba
-¿Lucí? ¿Eres tú?- Escuchó ella quedándose totalmente paralizada
-¿Santiago?
Admirados por escuchar sus voces, no sabían lo que estaba pasando.
-Debo estar loca… ¿Hola, alguien me escucha?
-¡Si te escucho Lucí! Soy Santiago…no sé lo que esté pasando pero escucho todo lo que dices o piensas.
-¡Santiagooooooooooooooooooooo!- Gritó entusiasmada Lucí- Creo que es la moneda, en estos momentos la tengo en mi mano.
-¡Yo también tengo la moneda en mi mano!- Dijo él con voz quebrantada-

Todo quedo en silencio por unos minutos, ambos no sabían lo que realmente estaba sucediendo.
-Creo que estoy soñando, sí, eso es, estoy en un sueño y como hoy recordé a Lucí…-
-Jaja claro que no es un sueño, tonto. Yo también puedo escuchar lo que dices y piensas. ¡Santiago, a fin de cuentas si eran monedas mágicas! Cuanto tiempo ha pasado, no sabes todo lo que tengo que contarte ¿Dónde estás? ¿Aun sigues viviendo en el mismo lugar? Contéstame. No sé si esto tenga hora de caducidad, lo único que sé es que no quiero volver a perder a mi amigo.
-No. Ya no vivo donde mismo, me he mudado a estudiar la Universidad ahora vivo en …… y …. eche mucho de menos…. Nunca.. me oyes?…hola?…
-¿Qué dices? No alcanzo a distinguir lo que…

Al parecer las monedas mágicas tenían un cierto límite de poder de comunicación. Ninguno sabía cómo funcionaba esta magia, rehicieron lo mismo durante horas, intentando volver a hacer ‘’funcionar’’ las monedas.
Lucí emocionada, salió de su casa a contarle a su madre… -No puedo esperar más, iré a casa de mi madre a decirle todo esto que pasó- Cogió las llaves de su auto y salió corriendo como cuando era niña, que sentía esa felicidad de ir a buscar a su mejor amigo para andar en bicicleta, imaginando que volaban.

Mientras tanto…
Santiago, cansado y aun fuera de sí por lo que había ocurrido se fue a la cama.
-No puedo creer que haya escuchado a Lucí. Sea lo que sea deseo poder hablar con ella una vez más, quiero reencontrarla.
Por la mañana siguiente Santiago despertó de un salto. ¡Había soñado a Lucí! Había vuelto a tener comunicación gracias a las monedas, pero ahora por medio del sueño.
-No puedo esperar más, ahora que me dio su número en el sueño, la llamaré enseguida- bajó las escaleras corriendo y se dirigió al teléfono. Comenzó a marcar el número antes que se olvidará.
-Bueno- Respondió la voz de una mujer
-Si, hola, ¿Qué tal? Me podría comunicar con Lucí Cornett, soy un viejo amigo
-¿Con Lucí?- La voz de la mujer se escuchó un tanto sorprendida
-¿No se encuentra? Puedo llamarla más tarde, solo dígale que su viejo amigo le llamó.
-Me parece que esto es una broma de muy mal gusto, ella no está y no estará más- La mujer empezó a sollozar –Dígame quien es usted.
-Perdone por no presentarme, soy Santiago Valera
-¡¿Santiago?! Oh por Dios, tanto tiempo… soy la mamá de Lucí…hijo no sé cómo es que hoy estés llamando aquí y no sé explicarte esto…
-¿Qué pasa Señora? La escucho muy mal
-Hijo… Lucí anoche sufrió un accidente al venir a casa… su auto quedo atascado en las vías del tren… y ella…. falleció.
Santiago paralizado por la noticia dejo caer el teléfono al piso, quedo inmóvil por largo tiempo suspendido entre la nada y el dolor.

-No puede ser… esto debe ser una pesadilla- Corrió a su habitación a buscar la moneda.
Al llegar y querer sacar la moneda del cajón donde la tenía guardada… se encontró con una sorpresa, ya no era más la moneda mágica, ahora era una foto de él y de Lucí cuando eran niños.



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