miércoles, 2 de marzo de 2016
Cuando...
Cuando alguien espera de una gente o un ambiente algo determinado, puede que al final reviente por esperar demasiado.
Cuando ese maravilloso ambiente se convierte en vil aire polucionado,
cuando por ciertos deslices el monarca de los listos por la espalda te ha condenado,
cuando las sonrisas mutan en una mueca extreñida de indigesta ambigüedad,
cuando el saludo se transforma en la ignorancia más puta y la gente que adoraste muta en gentuza,cuando ya ni tú misma te reconoces en algunas reacciones y volver a ser aceptada se convierte en el número uno de tus obsesiones,cuando la espontaneidad se torna en fino talle y cualquier intento parece en balde,cuando algunos amores pasaron a ser mamones de guante blanco y tú te has puesto a su altura porque son tu débil flanco,entonces, sólo entonces, sabes que tienes que comprarte la mejor maleta en el chino y emprender el vuelo hacia otro destino.Exilio, huída o destierro, como un ejecutivo japonés en ritual de harakiri, antes que los aliados lo arresten.Y es que faltan arrestos para empezar muchas veces y tragaderas para resignarte y poco amor propio para aceptar los desplantes,y ¿sabes qué? Pues la gracia del asunto es la siguiente:que algunos aquí, de tanto en cuanto, te echamos un poquillo de menos, como se añora en el norte, el del sarcasmo afrancesado.
Por eso, seguramente por eso, ni siquiera lo has notado.
Santi Balmés
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