martes, 29 de septiembre de 2015

Cinco horas.
Volví al mismo lugar, pero sin él. La mesera me recibió con la misma amabilidad, pero ahora preguntaba: ¿No viajaron?
No, solo él. 'Ah' fue su respuesta.
Pedí un capuccino de treinta y siete pesos.
Mientras llegaba, busque en mi mochila mi libreta y mi lapicera que no encontré. Había olvidado que de ultimo momento le obsequie la pluma para que llenará sus documentos.
Debo tener otra, me dije. Y si, encontré otra, que no funcionaba, así que le quite el cascaron y solo deje la plumilla.
Mi café llegó.
Sorbí un trago, estaba amargo. Claro, me faltaba el azúcar.
Teniendo perfecto mi café, comencé.
Escribí lo que sentía en ese momento; amor, nostalgia, felicidad, agradecimiento. Todo en una mezcla perfecta, como ese rico sabor dulce que el capuccino dejaba en mi boca.
Recordé mis otras despedidas, diferentes a esta. Todas aquellas habían sido dolorosas, un tanto desgarrantes. ¿Por qué? 
Releí su carta, esa carta que me erizo la piel y me hizo llorar, admirando cada letra que decía en ella. Entonces pude entender; él no me había desgarrado el corazón. Me dio refugio en el suyo, amor, seguridad y confianza.
No era una despedida, era un hasta pronto. 

'... no puedo estar mas agradecida con la vida
por haberte encontrado.
Ambos justo a tiempo.
Aceptando nuestro pasado, aprendiendo de el,
viviendo nuestro presente
y construyendo nuestro futuro...'

Iliana Cobian



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